Hermes heraldo del Olimpo se queda en casa. A veces con la ventana abierta, no para ver lo que hay fuera, sino para airear su apartamento de treinta y cinco metros cuadrados.
Hermes mensajero y comunicador de los dioses ha dejado su trabajo. Los mensajes que habitualmente transmitía ya no necesitan de su interpretación. Ahora son directos y planos.
El hacedor de sentido, en un mundo sin sentido o de sentido único. Lleno de imaginación e incapaz de imaginar, y mucho menos creer, lo que está sucediendo ahí fuera.
No para de dar vueltas a la barra americana de su cocina, sobre la que se encuentra una gran palangana de la ropa reconvertida en incubadora casera. Llena de agua y repleta de cables y tubos verdes mantienen con un hilo de vida a su hija pequeña, “Hermenéutica”, a la que dedica hasta el último segundo de su existencia.
En torno a ella crecen grandes raíces y hermosos frutos de diferentes colores. Pájaros, lagartijas y un sin fin de pequeños animales, que no se sabe de donde aparecen, invaden parte de la nevera.
Hermes mira a su hija agradecido. Cada segundo que pasa con ella interpreta, re-interpreta y vuelve a interpretar lo que en su cocina sucede. Su corona alada da aire a su imaginación. Por ello, se divierten y mucho. Saben que esto es lo que les mantiene vivos y lo que cada vez les hará más fuertes.
Nosotros seguimos insistiendo. Algún día nos cogerá el teléfono y quién sabe si se animará a venir con nosotros de paseo.
Por Patio espacio de Comunicación
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