La tortuga no para de reírse… Está muy contenta al ver a su amiga de aventuras más lenta que ella misma. La veloz, la huidiza, la inconsciente… la liebre, que ahora permanece inmutable ante cualquier perro que se le acerque. En medio de la autopista, congelada y esperando el ruido y el olor de los neumáticos, quemados por el frenado, que auguran su muerte al instante por impacto.
La tortuga no para de reírse… Avanza lentamente, a fotogramas, hasta llegar al final de una película de la cual, hasta ella misma, conoce el desenlace. Y mientras la liebre no puede levantarse de la primera fila del patio de butacas.
Ja. Ja. Ja. Ríe la tortuga. Que hasta eso lo hace despacio. Y mientras, no se da cuenta de que la liebre le ha quitado su principal diferencia.
Ahora la liebre es tortuga. Y no se ríe.
Por Patio espacio de Comunicación
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